MAGIA
Yo me acuerdo muy bien del último cumpleaños de la tía Enriqueta. Lo único que quedó fue esa foto de la mesa en el patio, que alguno sacó antes del festejo. Todos insistieron en celebrar a lo grande. ¡Grande era la tía Enriqueta que confundía a su hermana con su hija y a su hija con su mamá! Para qué diablos lo querían festejar. Y con globos y regalos absurdos. Mi cuñada, la Sofi, le regaló un collar con piedras de colores, y la pobre Enriqueta creyó que eran confites y se los comía. Y el tío Oscar le trajo un frasco de perfume. Cuando nos descuidamos la vieja tenía la cabeza toda mojada con un olor espantoso a esa fragancia barata. Yo aproveché y no le regalé nada; si ella ni se avivaba. Esa plata hacía más falta para una docena de pañales o para la comida. Pero no, el festejo, el festejo. Y para rematar: un mago. ¡Sí, un mago! Les dije que magia había que hacer con la tía Enriqueta para pagar los remedios y la enfermera que venía a bañarla. Y ellos, que no, que este mago cobraba barato, que era recomendado, que traía un ayudante… Bueno: esa parte se cumplió; lo del ayudante, digo. El pibe fue el que nos encerró en el dormitorio apuntándonos con un bufoso mientras el mago hacía desaparecer todo lo que se afanaron de la casa.
Gladis López Riquert
GUARDIA DE CENIZAS
Después de dos años Renato volvía a su casa . Se cuidó de llegar a la hora de la siesta, cuando el barrio entero dormía. Sigilosamente abrió la puerta. Las bisagras oxidadas dieron el alerta y desde el dormitorio su esposa Jacinta gritó : '¿Quién anda? ¡Quién anda!'. Renato se paralizó. La mujer otra vez estaba haciendo de las suyas. Entonces subió resignado la polvorienta escalera, entró sin golpear, levantó las sábanas y se acostó. En el dormitorio no había nadie.
Diego Lanis
CONTRA RELOJ
Pasado en años y consciente de que sus horas están contadas, el hombre comienza a desprenderse de aquellas cosas que resumen su vida. Fotos, libros y viejos documentos son arrojados al fuego que arde manso y silencioso. Por último, el anciano se desabrocha su antiguo reloj y lo ve consumirse entre las llamas. Concluido el ritual, vuelve gateando hasta su cuarto, balbuceando una canción de cuna que acaba de aprender.
Maryana Pérez
RECURSOS
Pensativo, calculó su próximo movimiento: “Tengo que optimizar el uso de los recursos, minimizar los costos y mejorar la calidad del producto”. Como se sabe, le bastó con una costilla de Adán para lograrlo.
Ana María Villalobos
UN MIEDO EXTREMO
La justicia por fin se expidió. Era el día, llegaba la hora. Iván esperaba en su celda. Pasó muchos años en prisión pero no estaba preparado para lo que seguía. Nadie nunca está listo para esto, pensó. Se levantó del camastro. Se acercó a la reja. Recordaba cuando era bebé, agarrado a los barrotes de su cuna, en tiempos en que tenía mamá y papá y un futuro. Movió la cabeza para deshacerse de esas imágenes porque la angustia le subía del estómago a la garganta. Se abrió la celda y lo sacaron. Mientras caminaba por el corredor se preguntaba si alguien allí lo echaría de menos, y sentía lo absurdo de ir esposado. ¿Adónde iba a ir? Se abrió la última puerta. Iván entró en pánico. Los guardias lo asistieron tratando de controlar su agitación. Cuando se recompuso dejó el penal pero estuvo un largo rato mirándolo inmóvil desde la vereda de enfrente.
Celina Costa
RUNDÚM
Pablito habla solo frente al espejo.
-¿Con quién hablás? - pregunta la madre.
-Con mi amigo Rundúm, pero vos no lo ves porque ya se fue -contesta.
-Imaginación infantil -piensa la madre.
Un día cuando Pablito no está en la casa, el marido encuentra a su mujer hablando sola frente al espejo y pregunta:
-¿Con quién hablás?
-Con Rundúm, pero vos no lo ves porque ya se fue -responde ella.
Sensibilidad femenina –piensa el hombre.
Al tiempo el padre mira hacia el jardín y ve a un niño desconocido que habla solo. Se acerca y le pregunta:
-¿Podés decirme quién sos vos?
-Rundúm –dice el chico.
-¿Y con quien hablás?
-Con tu mujer y con tu hijo. Pero vos no los ves porque ya se fueron…
Mabel Fredes
SERENA
PIEDAD
El viento se había detenido. No quería desparramar desilusión.
Silvia Cadile
LAS
HUELLAS
Un día sin sol y sin
nubes llegaste adonde empieza el mar. Tus pies tocaron el agua y ellas quedaron
en fila, reunidas para llorarte.
Flavio Hernández
REENCUENTRO
Los hermanos viajan
en silencio. Cada uno a solas con sus preguntas:
- Diez años sin saber
nada de él ¡y justo ahora reaparece!
-¡Qué carajo le habrá
pasado! La verdad, me jode este viaje.
-Tuve que pedir
permiso en la oficina, pero ¿para qué? El eligió su vida; ¡no entiendo por qué
le hice caso a mi hermano y vine! Si esto fuera grave nos habrían dicho.
-¡Menos mal que
Marisa me acompaña; no sé cómo me las arreglaría solo! ¿Cómo estará el viejo?
Después, las palabras
resuenan en la cabina del automóvil:
-¿Qué opina tu mujer
de esta situación?
-Nada, ¡qué va a
opinar si ni lo conoce al viejo! ¿Y tu marido?
-Gastón no entiende
por qué vine. Yo tampoco lo entiendo.
-¡Es nuestro padre!
Más allá de la bronca que tengamos, sigue siendo el viejo. Yo quiero saber cómo
está. Además podremos aclarar unas cuantas cosas.
-Sí, cuando se mandó
a mudar no pensó ni en vos, ni en mí, ni en mamá. Simplemente se borró y en
diez años no supimos más de él.
-¡Ya éramos mayores
de edad, Marisa! Y mamá después se guardó su tristeza y nunca habló del tema.
Simplemente continuó viviendo…
-Pero a nosotros no
nos dijo nada. ¡Y yo quiero saber por qué!
-Llegamos. Ahora nos
va a poder explicar esta larga ausencia.
Los hermanos entran
en el hospital y preguntan:
-Buenos días. Nos
avisaron que Hugo Benítez está internado acá.
-Ah, sí. Ya llamo al
doctor.
El médico de guardia
les habla con parquedad:
-¿Ustedes son los
familiares? Pasen a verlo; ha recobrado la conciencia.
-¿Puede hablar?
-Entren por favor: el
estado es crítico; son sus últimos momentos.
Braulio Senda
UNA
NOCHE
- Nunca pensé que iba
a ser tan difícil –dice Ana temblando.
-
Tranquila, amor; ya se acabó - la consuela Pablo.
Están
tendidos en la arena, borrachos de vino y de pasión.
Hacen
el amor como si fuera la última vez.
Saben que el cadáver
del marido de Ana fue descubierto.
Los perros de la
policía ladran cerca.
Gladys Abilar
DESNUDO
La mujer posa en el
taller del pintor. Esta vez el artista le ha pedido que se desnude.
-Hoy más que nunca
necesito que estés concentrada -dice él.
Poco a poco el cuerpo
femenino toma forma en la tela.
-Sé que vas a enojarte, pero
debo salir un momento— pide la modelo.
-¿Salir? ¿No me entendiste? ¿Qué te pasa?
-¿No te ha pasado sentir
una mirada clavada en la nuca? Temo que mi hija me haya seguido.
La mujer se viste y
entreabre la puerta. Caído en la vereda, un osito de peluche la mira.
Teresita Saint Esteben